domingo, septiembre 17, 2006

La hora de Cárdenas

Andrés Pascoe Rippey
17 de Septiembre de 2006 Hora de publicación: 01:38
Una de las grandes incógnitas de todo este proceso electoral —desde su inicio hasta ahora— ha sido el camino que habría de seguir Cuauhtémoc Cárdenas. El hombre, el mito, el líder histórico ha estado cubierto de un halo de misterio durante los últimos meses. Primero, cuando se esperaba que buscara la candidatura del PRD; después, cuando se esperaba que apoyara —o rechazara— la candidatura de AMLO; posteriormente, cuando se buscaba su postura frente al “asqueroso fraude electoral” que los seguidores de López Obrador han manufacturado; y finalmente, ante la Convención Nacional Democrática. Ahora, con una carta a la escritora Elena Poniatowska, Cárdenas ha definido con inusitada claridad sus posturas.

Sé bien que en este país criticar a Poniatowska es peor que meterse con la virgencita y le gana a uno la excomunión intelectual, pero hay que decir que sus declaraciones sobre la “envidia” de Cárdenas, Patricia Mercado y al Subcomandante Marcos no sólo fueron débiles sino directamente trágicas.

Son parte de la tragedia de los seguidores de AMLO, aquella tragedia que radica en la absoluta convicción de que su líder no ha cometido ningún error jamás y que su derrota se debe íntegramente a causas externas. Ya sea el fraude, la “campaña de miedo” o la envidia, está claro para Elena que todo es responsabilidad de aquella conspiración externa y malvadísima. La declaración de Elena es trágica porque mete a Mercado en el saco de la envidia y, como les gusta hoy a los perredistas, le quita el derecho de representar una opción distinta, una opción que apoyaron más de un millón de ciudadanos.

Pero volvamos a CCS. La carta de Cárdenas es, por decirlo de alguna manera, muy “Cárdenas”. Pausada, reflexiva, moderada, prudente, franca pero gentil, etc.

Poco —o nada— se tardaron los Amloítas en salir a golpetear al otrora líder indiscutible del PRD, furiosos con la denuncia. Lo acusan de traidor, de vendido a Fox, de “maestro de ceremonias de la oligarquía” y demás. En esencia, lo están queriendo correr del partido, cuando en los hechos AMLO ya lo había desterrado.

Desde pocos días después de la elección, cartonistas y editorialistas de la Jornada ya marcaban dos grandes responsables de la victoria de Felipe Calderón: CCS y Elba Ester Gordillo.

No estoy muy seguro de que el apoyo de Cárdenas a AMLO le hubiera dado da victoria (eso, como miles de factores más, son inmedibles), pero sí creo que la ausencia del ex caudillo dejó una sensación sospechosa en algunos izquierdistas. ¿Por qué Cárdenas no era más entusiasta con respecto a la campaña de AMLO? ¿Fue por envidia, como dice ahora Elena? ¿O era algo más profundo?

Es interesante observar que, conforme AMLO se colocaba como posible ganador, muchos sectores que antes criticaban a CCS empezaron a verlo con agrado o con mayor simpatía. Al mismo tiempo, muchos perredistas empezaron a verlo mal. Esto generó la sensación en algunos de que, en efecto, Cárdenas era un vendido al sistema. Una especie de “topo” al interior de la izquierda, cuyo objetivo era mantenerla existente pero perdedora.

Sobra decir, esa teoría (además de falsa) es totalmente imbécil.

La verdad es que Cárdenas, que tanto asustaba a algunos sectores conservadores, pronto apareció no sólo como un izquierdista moderado, sino sumamente responsable, en contraste con AMLO.

El gobierno de Cárdenas en el DF, tan vilipundeado por la prensa (yo diría, mucho más que AMLO ahora), fue un buen gobierno. Fue un gobierno que no quiso correr pero que sí caminó. Tuvo una política social responsable, buscó auténticamente combatir la corrupción y mejorar la seguridad. No fue de espectáculos, fue de construcción profunda. Su gran fracaso, hay que decirlo, fue comunicacional. No logró “vender” sus logros, ni imponer la imagen que le hacía falta.

Hoy en día una de las cosas que se le han echado mucho en cara a CCS es que “negoció” en 1988. No sé si haya negociado algo o no, pero aquellos que dicen que se acobardó y que debió haber aprovechado la euforia del momento para tomar el Palacio de Gobierno por la fuerza son unos tarados. Cárdenas tuvo la entereza y la visión de comprender que no tiene caso llevar a tus seguidores a la muerte; supo que no quería gobernar un país incendiado. Se dio cuenta que no le convenía a nadie —ni a sí mismo— convertir su movimiento en una turba furiosa. No. Lo que se necesitaba era un partido que pudiera conquistar el poder. Y, en esencia, lo logró. Hace poco, el PRD se quedó a medio punto de ganar. Eso no habría pasado sin un Cárdenas responsable. Porque la extrema prudencia de la policía en 2006 no habría existido, ni por asomo, en ‘88. Habría sido una masacre.

Yo diría que el gran error de CCS no fue en 1988, sino haber permitido que el PRD fuera un partido tan caudillista y tan poco institucional. Un partido tan fácilmente permeable a la corrupción. Aunque tampoco sé si él lo podría haber impedido.

Sí, Cárdenas quería ser presidente. El. Supongo que sí, prefería ser presidente a que lo fuera AMLO. Pero AMLO también quiere ser presidente (así sea un presidente patito) y nadie le cuestiona ese deseo. Eso no lo hace ni envidioso ni turbio.

La verdad es que la carta que le envió a Poniatowska podría dejarlo fuera del PRD, pero demuestra que Cárdenas sigue siendo un hombre fundamentalmente íntegro y honesto. Cárdenas sigue siendo el tipo de líder que la izquierda necesita, para salir del marasmo del “profeta”. Cárdenas sigue siendo Cárdenas. Y su hora no ha pasado. Quizá ahora comienza.

apascoe@cronica.com.mx